Te levantas de tu asiento y como si un ser superior te escuchara miras a tu mano derecha y ves que ahora empuñas un gran sable de acero bien afilado asi que corres hacia la parte delantera del autobús y con un movimiento rápido le cortas la cabeza al conductor, su sangre y restos de vísceras salpican los cristales cercanos y todo el panel de mandos.