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Solo con tu deseo consigues que el bicho ambiguo poco a poco (aunque el cambio se produce en menos de una décima de segundo) se transforme en un hombre varonil, fuerte y poderosamente atractivo, en fin, en un semental, acto seguido con un vozarrón digno de un tenor pronuncia: '¿Qué desea, señor(a)?' a lo que tu respondes...